
Al irse uno de la realidad cotidiana, la gente se ensaña con ganas. Llega un momento que ya no hay incertidumbre sobre lo que te rodeaba. Que siempre clamoroso yo explicaba, pero nada se entendió. Y por eso ahora la mentira de todos me divide en dos. Por el lado el tumulto de la velocidad y la envidia. Y por el otro la fe y la soledad te ejercitan a sentir y llorar de una forma natural. Ya que el cuerpo humano no hay que apurar.

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